La guerra en Siria comienza un 15 de Marzo del
2011 al calor de las mal llamadas “primaveras árabes” y aprovechando un
descontento generalizado en el país cómo consecuencia de las políticas
económicas neoliberales, aplicadas en el 2005.
Desempleo y pocas perspectivas de futuro para la mayoría de los jóvenes,
generó la situación perfecta para que organizaciones financiadas por países
como Qatar o Arabia saudí -los Hermanos Musulmanes entre otras- comenzaran a
ejercer influencia entre el sector más joven de la sociedad, sobre todo en las
zonas rurales. El Partido comunista sirio – miembro del parlamento - había denunciado en numerosas ocasiones las
nefastas consecuencias de esas políticas y como se corría el riesgo de utilizar
el descontento de la población en contra de los intereses del país, en un
contexto internacional que organizaba y apoyaba abiertamente las revueltas en
el mundo árabe.
Las protestas de Dara'a e Idleb son respondidas
rápidamente por manifestaciones masivas de apoyo al gobierno sirio y dejando
claro la población civil – porque el
objetivo era muy evidente desde el primer momento – que no se iba a permitir la
injerencia extranjera en asuntos internos del país. Esa injerencia ha sido evidente. Los llamados
“grupos rebeldes”, “oposición moderada” y todo tipo de eufemismos para no
referirse a ellos como lo que son; terroristas – los mismos que actuaron en París
o Niza, por ejemplo – han sido financiados y armados por occidente desde el
minuto uno. Hillary Clinton reconoció en agosto del 2014, en una entrevista a
una cadena estadounidense, que ellos – el gobierno de EEUU – había creado y
financiado al ISIS y que el tema se les había ido de las manos.
También la guerra mediática se produce a nivel
prácticamente global. El tan manido “Al Assad no es un santo” ha servido para
lanzar durante casi seis años una campaña de desprestigio y demonización de un
gobierno soberano. Enmascarar el imperialismo en falsas revoluciones populares
ha sido tendencia estos últimos años y Siria no se iba a librar de ello.
Incluso cuando el gobierno sirio - en su legítimo derecho - pide ayuda a Rusia,
se intenta presentar como una provocación de esta a occidente, cuando - y la realidad lo ha demostrado – se trataba
de la última esperanza de Siria para sobrevivir a este conflicto.
Poco o nada se ha hablado de la Siria anterior a
la guerra. De su gobierno laico, de su respeto por las minorías, de su lucha
titánica contra el sionismo israelí, de su alianza con el vecino Líbano, laico
también, de su apoyo a la lucha del pueblo Palestino y en definitiva, de un
pequeño país que se ha convertido en un problema para los planes expansionistas
de Israel y Turquía y de occidente en último término.Tener una salida al Mediterráneo del petroleo
iraquí a través de Siria es algo que se plantea desde la ocupación de Iraq, así
cómo la división del territorio sirio para darle cabida a un “estado kurdo” y
con ello que Turquía – miembro de la OTAN – se sacudiese el problema kurdo de
encima.
Lejos queda ya la Siria con olor a jazmín, los
dulces con sabor a pistacho y las risas de sus niños al ir a la escuela, pero a
pesar del gran destrozo que han provocado en un país con una de las historias
más ricas y antiguas del planeta, nos quedará por siempre la capacidad de todo
un pueblo luchando contra el imperialismo, contra el fascismo que suponen las
monarquías árabes y haciendo suya una de las frases del Che Guevara “seamos
realistas y hagamos lo imposible”.