Este domingo de ramos
asistimos en Twitter al milagro de la santísima trinidad. No una,
ni dos,
hasta tres
veces tuvimos que aguantar el clasismo que hacia el mundo rural
destilan ciertos sectores de lo que un dirigente tuvo a bien llamar
“la izquierda pija”. Y no se crean que fue cosa cualquiera, que
el asunto se elevó a cuestión de Estado y el boletín oficial de la
izquierda notició
los sucesos ocurridos en la noche del domingo.
El caso es que parece ser
ya tradición, más en este país, asociar el mundo rural con lo
reaccionario, inculto y más atrasado de nuestra sociedad. Un mundo
rural que languidece ante la falta de inversiones
en
infraestructuras y servicios. Como la pescadilla que se muerde la
cola, a más despoblación, más recursos son necesarios para
mantener unos servicios mínimos de calidad. La falta de inversión
excusada en la baja población retroalimenta la misma, provocando más
despoblación y más desinversión.
Lo anteriormente expuesto
no es más que una consecuencia lógica del modelo de producción
capitalista adaptado a las peculiaridades de nuestro país. Tres o
cuatro “grandes centros de producción”, y sobreexplotación de
las costas debido al turismo, principal motor ecómico del país.
Fuera de eso, la nada más absoluta.
Y como venimos
exponiendo, desde el mundo rural no sólo tenemos que soportar la
invisibilidad a las que nos someten desde las distintas
administraciones, sino que además tenemos que soportar a esa
“izquierda pija” pontificar, cuando no despreciar, un mundo rural
que se queda mirando fijamente cuando por su entorno aparece un
“foráneo” o no se ofrece servilmente a hacerle unos bocatas a
unos chavales de la ciudad.
Frente a esto, no existe
tampoco una izquierda política que, más allá que algún brindis
al sol de manera esporádica, no tiene como una de sus banderas
la defensa del mundo rural, su importancia tanto en el desarrollo
económico como social que el campo habría de tener. Y el futuro no
es muy halagüeño, cuando cada vez menos dirigentes
provienen del mundo del trabajo y del mundo rural y la única
administración en teoría preocupada del desarrollo rural acaba
finalmente subvencionando a los grandes
terratenientes sin necesidad de que la tierra sea productiva.
Recordemos, camaradas,
que las y los comunistas de distintas partes del globo llevamos
dipuestos la hoz y el martillo, porque asumimos la unión de
trabajadores y campesinos como alianza natural y necesaria para
alcanzar la meta de una sociedad sin clases. Ya va siendo hora que
seamos conscientes de ello.
La
conquista del poder político por el partido socialista se ha ido
dibujando como una meta próxima. Pero, para conquistar el poder
político, este partido tiene antes que ir de la ciudad al campo y
convertirse aquí en una potencia. Este partido, que lleva a todos
los demás la ventaja de tener una visión clara de la concatenación
existente entre las causas económicas y los efectos políticos y
que, por esa razón, hace ya mucho tiempo que ha adivinado el lobo
que se esconde debajo de la piel de cordero del gran terrateniente
disfrazado de amigo importuno de los campesinos, ¿va este partido a
dejar tranquilamente al campesino, condenado a la ruina, en manos de
sus falsos protectores, hasta que se convierta de adversario pasivo
en un adversario activo de los obreros industriales? Con esto, hemos
entrado de lleno en el problema campesino.
Friedrich
Engels en El
problema campesino en Francia y Alemania
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