lunes, 10 de abril de 2017

Domingo de Flames


Este domingo de ramos asistimos en Twitter al milagro de la santísima trinidad. No una, ni dos, hasta tres veces tuvimos que aguantar el clasismo que hacia el mundo rural destilan ciertos sectores de lo que un dirigente tuvo a bien llamar “la izquierda pija”. Y no se crean que fue cosa cualquiera, que el asunto se elevó a cuestión de Estado y el boletín oficial de la izquierda notició los sucesos ocurridos en la noche del domingo.

El caso es que parece ser ya tradición, más en este país, asociar el mundo rural con lo reaccionario, inculto y más atrasado de nuestra sociedad. Un mundo rural que languidece ante la falta de inversiones en infraestructuras y servicios. Como la pescadilla que se muerde la cola, a más despoblación, más recursos son necesarios para mantener unos servicios mínimos de calidad. La falta de inversión excusada en la baja población retroalimenta la misma, provocando más despoblación y más desinversión.

Lo anteriormente expuesto no es más que una consecuencia lógica del modelo de producción capitalista adaptado a las peculiaridades de nuestro país. Tres o cuatro “grandes centros de producción”, y sobreexplotación de las costas debido al turismo, principal motor ecómico del país. Fuera de eso, la nada más absoluta.

Y como venimos exponiendo, desde el mundo rural no sólo tenemos que soportar la invisibilidad a las que nos someten desde las distintas administraciones, sino que además tenemos que soportar a esa “izquierda pija” pontificar, cuando no despreciar, un mundo rural que se queda mirando fijamente cuando por su entorno aparece un “foráneo” o no se ofrece servilmente a hacerle unos bocatas a unos chavales de la ciudad.

Frente a esto, no existe tampoco una izquierda política que, más allá que algún brindis al sol de manera esporádica, no tiene como una de sus banderas la defensa del mundo rural, su importancia tanto en el desarrollo económico como social que el campo habría de tener. Y el futuro no es muy halagüeño, cuando cada vez menos dirigentes provienen del mundo del trabajo y del mundo rural y la única administración en teoría preocupada del desarrollo rural acaba finalmente subvencionando a los grandes terratenientes sin necesidad de que la tierra sea productiva.

Recordemos, camaradas, que las y los comunistas de distintas partes del globo llevamos dipuestos la hoz y el martillo, porque asumimos la unión de trabajadores y campesinos como alianza natural y necesaria para alcanzar la meta de una sociedad sin clases. Ya va siendo hora que seamos conscientes de ello.

La conquista del poder político por el partido socialista se ha ido dibujando como una meta próxima. Pero, para conquistar el poder político, este partido tiene antes que ir de la ciudad al campo y convertirse aquí en una potencia. Este partido, que lleva a todos los demás la ventaja de tener una visión clara de la concatenación existente entre las causas económicas y los efectos políticos y que, por esa razón, hace ya mucho tiempo que ha adivinado el lobo que se esconde debajo de la piel de cordero del gran terrateniente disfrazado de amigo importuno de los campesinos, ¿va este partido a dejar tranquilamente al campesino, condenado a la ruina, en manos de sus falsos protectores, hasta que se convierta de adversario pasivo en un adversario activo de los obreros industriales? Con esto, hemos entrado de lleno en el problema campesino.

No hay comentarios:

Publicar un comentario